Dusan Velikovic escribió en «Amor
mundi» que «un bombardeo es el suceso ideal para poner en orden mi biblioteca».
Si, por nuestra parte, estamos en guerra con el coronavirus -y uno de los
frentes de batalla es el encierro, el retiro, la cuarentena- no parece exagerado
afirmar que este combate es propicio para reconciliarnos con los libros. Desde
luego, un bombardeo y una pandemia son cosas distintas, pero a su vez nuestros enemigos
tienen algo en común. No en vano son dos de los cuatro jinetes del Apocalipsis.
El caso es que Madrid, poco a
poco, se va recluyendo. Esta ciudad, «rompeolas de todas las Españas», se va
yendo a casa como a regañadientes. Por cerrar, cierran hasta algunos bares, que
en Madrid es casi inconcebible. En medio, pues, de la debacle del ocio, ¿qué
nos queda?
Nos quedan las librerías.
Los locales han cerrado han reducido
su actividad al máximo, pero siguen vendiendo por internet. Troa, por ejemplo, ha eliminado los gastos de
envío y distribuye a toda España. Como el último legionario del muro de
Adriano, aunque vengan los bárbaros, mientras Roma resista resiste la
civilización entera. Hoy esa resistencia la encarnan estas librerías que sigue
prometiendo la compañía, el consuelo y la felicidad que los libros ofrecen.
Hay mucho que leer. No se dejen abatir. Resistan entre libros.
Comentarios
Publicar un comentario